El filósofo y matemático Alfred N. Whitehead escribió, que
toda la historia de la filosofía de Occidente, se reducía a una serie de
comentarios de pie de página a la filosofía de Platón. El corazón de la
filosofía Platónica es sin duda la Teoría de las Ideas.
Para situarnos correctamente ante el tema, debemos
recordar algo de la situación filosófica previa a Platón. Desde sus orígenes,
los llamados presocráticos, buscaron el principio de todas las cosas. Unos lo
encontraron en el Agua, otros en el Aire o en el Fuego; pero todos hicieron un
esfuerzo por comprender la naturaleza de ese primer momento del que todo ha
salido. Claro que inmediatamente se percataron de que existía un problema:
¿cómo relacionar esa esencia, ese ser, con la multiplicidad de las cosas
creadas? O dicho de otra manera: ¿cómo relacionar el mundo y la naturaleza del
ser que es estático, con las cosas que participan del movimiento?
Platón viene a ocupar ese vacío con la Teoría de las
Ideas.
Imaginemos una hoja de papel blanco, que para ponernos de
acuerdo, bien podría ser ese formato din A4 que todos manejamos; pero, ¿es
blanca de verdad o es aproximadamente blanca? Y, ¿es rectangular o también llegaríamos rápidamente a la conclusión
de que no, de que tan sólo lo es aproximadamente? Además tenemos otro problema:
esa hoja hace cien años no existía y probablemente dentro de cien años, habrá
dejado de hacerlo,… O sea, que las cosas son y no son al mismo tiempo.
Platón sostiene que si nosotros sabemos que no llega a la
absoluta perfección del color blanco, ni a la forma del rectángulo, es porque
de alguna manera, nosotros tenemos esas “ideas” en nuestro interior; es decir,
tenemos la idea del blanco perfecto y del rectángulo perfecto.
¿Cómo las tenemos?
El llamado “El Divino” por la posteridad, lo explica en el
Mito de Fedro. En él, Sócrates le cuenta que el alma es como un carro tirado
por dos caballos, uno dócil y el otro díscolo, muy difícil de gobernar. Este
carro está dirigido por un auriga, que es la razón, y se mueve por el Mundo de
las Ideas, mundo del que más pronto o más tarde cae por la dificultad del
auriga en gobernar el caballo rebelde. Caer, para Platón, significa encarnar en
este mundo.
Entonces, de alguna manera, en nosotros existe ese
conocimiento de las ideas; y son éstas las que nos permiten conocer las cosas.
Dicho de otra manera: Idea es aquello que percibimos cuando vemos algo.
Por razones de espacio, dejamos para otro momento al gran
Parménides, que habló de la naturaleza de la esencia de las cosas. Lo que nos
importa aquí es saber que entre los maestros de Platón, estuvo Hermógenes de la
Escuela de Parménides; entonces es fácil entender que nuestro sabio le diese a
sus ideas la misma naturaleza que le daba éste a su “ente”. Las Ideas son: unas,
inmutables y eternas.
Y el movimiento, ¿por qué existe?
Porque las cosas se mueven hacia sus arquetipos, para
reflejar cada vez más ese mundo inmutable de las Ideas. Cuanto más lo reflejen,
más perfectas son. La multiplicidad es uno de los factores de la evolución; es
dividirse para tomar conciencia y volver a reunirse una vez que se ha logrado.
He dejado a propósito para el final al hombre. También
existe una Idea del Hombre; un hombre perfecto hacia el que todos caminamos.
Según Platón, cuanto más seamos capaces de reflejar en la Tierra ese arquetipo,
más cerca estaremos de llegar a la meta. ¡Ese debe de ser el movimiento que
debemos imprimir a nuestra vida, ese es nuestro camino evolutivo!
Manuel Ures, Ldo. en Filosofía.
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