“Todos los hombres quieren vivir felices”.
Séneca.
Si hay algo en lo que
los seres humanos estamos de acuerdo, es en que todos buscamos la felicidad. Pero el debate acerca de dónde se encuentra ésta, está todavía
por concluir. Así, unos (los más) estiman que debe encontrarse en la posesión
de riquezas; otros, en el ascenso a cotas de poder cada vez más elevadas y
muchos en la persecución del placer, sea éste físico, psicológico o mental.
Pero la experiencia nos dice que no se encuentra en ninguno de los supuestos
anteriores; pues ni todos los ricos, ni todos los poderosos son felices; antes
bien al contrario, la posesión de bienes materiales no parece conformar a los
que los tienen, consumiendo todos los minutos de su vida en un afán acumulativo
que no parece tener fin; mientras que los que han logrado alcanzar cotas de
poder importantes temen perder el favor de aquel o aquellos que se lo han
otorgado, y temen también el odio, la envidia y la ambición de los competidores
que han quedado por el camino…
“No
considero pobre a quien le satisface cuanto le queda, por poco que sea”.
“No
es pobre el que tiene poco, sino el que ambiciona más”.
“A
nadie elevó tan alto la fortuna que no pudiese convertir en amenazas cuantas
ocasiones le había hecho”.
“La
propia pobreza puede transformarse en riqueza con ayuda de la frugalidad”.
En cuanto a los que
buscan el placer en sus diversas manifestaciones, encontrarán rápidamente el
dolor como contrapartida del mismo.
“Mala
y funesta servidumbre tendrá que sufrir aquél a quien poseerán alternativamente
los placeres y los dolores”.
“El
placer cuando más deleita, se extingue. Y no tiene mucho espacio, por lo cual,
pronto lo llena, y produce hastío, y se marchita después de los primeros
transportes. Y nunca es seguro aquello cuya naturaleza consiste en el
movimiento; así no puede tener consistencia alguna lo que llega y pasa del modo
más fugaz, para perecer en su mismo uso, pues llega al punto donde cesa, y
cuando comienza ya ve su fin”.
¿Dónde se encontrará
entonces la felicidad?
Para
responder a la más importante de las preguntas, empleemos el mismo sentido
común que utilizamos cuando ejercemos de viajeros y no encontramos la ciudad
adónde nos dirigimos,... y preguntemos... Preguntemos a los sabios, a aquellos
que según la tradición y los testigos de su tiempo encontraron la llave de oro,
esa “rara avis” que todos buscamos de forma anhelante. Hoy, a través de este artículo hemos traído
a uno de ellos, uno de los maestros del estoicismo romano: el cordobés Séneca…
“Hay
que precisar con claridad dónde está la felicidad. Si nos equivocamos, nos
alejaremos de ella al buscarla por caminos erróneos. El camino más frecuentado
y famoso es el que más nos engaña. (…) necesitamos un guía experto que la
conozca”.
“Las
cosas que contemplan, ante las que se detienen las gentes, por fuera brillan,
por dentro son deplorables”.
CLAVE 1ª: Lo que
depende y lo que no depende de mí.
El
criterio aquí sería el no poner nuestra felicidad nunca en aquellas cosas que
no dependen de nosotros y sí en las que dependen. Y no dependen de nosotros
entre otras: la opinión ajena, la fortuna, la salud,... Bien es cierto que una
vida moderada puede hacer que exista una alta probabilidad de que nuestra salud
sea buena, pero nadie lo podría asegurar; en cuanto a la fortuna, todos los
días podemos apreciar en los medios de comunicación, numerosos ejemplos de
personas que lo han perdido todo, por las circunstancias más variadas; y si
ponemos nuestra felicidad en la opinión que los demás vayan a tener de
nosotros, enseguida comprobaremos que es del todo punto imposible conseguir la
aceptación general. Como en el cuento infantil del mulo, el papá y el niño,
hagamos lo que hagamos, siempre habrá alguien que lo criticará.
Pongamos
pues el enfoque en aquello que depende de nosotros. Y de nosotros dependen
elementos como nuestros juicios y opiniones, el aprovechamiento o no del tiempo
que el destino nos conceda, las amistades que tenemos, las lecturas que
hacemos, si llevamos o no una vida moral,... Al poner como referente para ser
feliz aquello que depende de nosotros, siempre estará en nuestra mano el
modificarlo cuando no nos guste.
CLAVE 2ª: Vivir
conforme a la Naturaleza, vivir conforme a la razón
Aclaremos
antes de nada, que para nuestro filósofo la razón sería el elemento más
espiritual del ser humano. Entonces el criterio aquí sería llegar a gobernar
nuestra naturaleza (nuestro microcosmos), a imagen y semejanza de como el Logos
(Dios) gobierna la Naturaleza (el macrocosmos). Y el ser humano es un poliedro
muy complejo, donde entre otros elementos, encontramos además del
espíritu-razón antes citado, un cuerpo físico, unas emociones y una mente con
la que tratar; sabiendo, todos y cada uno de nosotros, por propia experiencia,
que muy a menudo, cada uno de estos componentes manifiesta deseos e
inclinaciones que resultan difíciles de armonizar. Por citar tan sólo un pequeño ejemplo atrapado en mi
antigua memoria de estudiante, mientras que la razón exhortaba al cumplimiento
del deber y por lo tanto estudiar, el cuerpo quería comer y descansar, la
psique disfrutar de una película y la mente leer la última novela de moda.
¿Quién deberá asumir el mando? La respuesta de nuestro insigne filósofo nos
invitaría a poner la razón como gobernadora del conjunto; cosa, por cierto,
fácil de decir pero tremendamente complicada de llevar a la práctica.
“Por
supuesto nuestro propósito es vivir conforme a la naturaleza, y va contra la
naturaleza torturarse el cuerpo, desdeñar el fácil aseo, buscar el desaliño y
servirse de alimentos no sólo viles, sino repugnantes y groseros”.
“Solemos
decir que el mayor de los bienes es vivir de acuerdo con la naturaleza; la
naturaleza nos engendró para la contemplación y la acción. Hago las dos cosas,
porque la contemplación no existe sin acción”.
CLAVE 3ª: La virtud
Y
llegamos al elemento central, al eje alrededor del cual debe girar todo: el
gran secreto para llegar a la felicidad, consiste en llevar una vida virtuosa.
La consecución de la serenidad interior, el ser capaz de permanecer firmes en
medio de las tormentas de la vida, sólo se puede dar desde el desarrollo moral.
Y sean cuáles sean las circunstancias por las que pasemos en nuestra vida,
siempre podremos aprovechar para desarrollar alguna faceta de nuestro carácter.
Así, en tiempos de bonanza, podremos ser moderados y generosos; mientras que
cuando la vida nos apriete, será el momento de poner de manifiesto nuestro
valor y fortaleza de ánimo ante las dificultades.
“La
virtud es algo elevado, excelso y regio, invencible e infatigable; el placer es
algo bajo, servil, flaco y mezquino”.
“Encontrarás
la virtud en el templo, en el foro, atezada, con las manos encallecidas; al
placer, casi siempre escondido en busca de tinieblas, cerca de los baños y
estufas, y de los lugares que temen a la policía, blando, frío, húmedo de vino
y perfumes, pálido y cubierto de afeites y lleno de ungüentos como un cadáver”.
“Las
virtudes deberán estar allá donde estén la armonía y la unidad; son los vicios
los que discrepan”.
“El
que se acerca a la virtud, da pruebas de un carácter noble”.
CLAVE 4ª: La ataraxia
Si
entendemos por ataraxia la ausencia de inquietud, la tranquilidad de ánimo, la
imperturbabilidad y términos afines, estaremos comprendiendo el proceso
asociado a la conquista de la felicidad que se va a dar en el alma del sabio.
Tranquilidad más allá de las opiniones ajenas y
de los movimientos de la fortuna a nuestro alrededor. Tranquilidad y serenidad
como consecuencia de vivir conforme a la naturaleza, una vida virtuosa, guiada por la razón.
“Existe
aquel otro placer que resulta de la contemplación del alma limpia de toda
mancha y radiante”.
“La
vida feliz es la que está conforme con su naturaleza: el alma está sana y en
posesión de su salud, enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a
las circunstancias, cuidadosa y sin angustias de su cuerpo y de lo que le
pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de
ninguna, si usa de los dones de la fortuna sin ser esclava de ellos”.
“El
hombre feliz es aquel para quien nada es bueno ni malo, sino un alma buena que
practica el bien, que se contenta con la virtud, que no se deja elevar ni
abatir por la fortuna, que no conoce bien mayor que el que puede darse a sí
mismo, para quien el verdadero placer será el desprecio de los placeres”.
“La
felicidad de la vida consiste en un alma libre, levantada, intrépida y
constante, inaccesible al miedo y a la codicia, para quien el único bien sea la
virtud, el único mal la vileza, y lo demás un montón de cosas sin valor, que no
quitan ni añaden nada a la felicidad de la vida, ya que vienen y se van sin
aumentar ni disminuir el sumo bien”.
“Puede
llamarse feliz al que, gracias a la razón, ni desea ni teme; pues las piedras
también carecen de temor y de tristeza, e igualmente los animales, pero no por
ello dice nadie que son felices los que no tienen conciencia de la felicidad”.
“Nadie
puede llamarse feliz fuera de la verdad. La vida feliz tiene su fundamento en
un juicio recto y seguro”.
“¿En qué consiste la
felicidad? En el sosiego y la tranquilidad perennes. Las otorgará la grandeza
de alma, las otorgará la constancia porfiada en seguir el recto juicio. Tales
virtudes, ¿en qué condiciones se alcanzan? Siempre que hayamos captado
plenamente la verdad, siempre que hayamos observado en nuestra conducta el
orden, la mesura, el decoro, con una
voluntad inasequible al mal y benevolente, en consonancia con la razón y sin
separarse jamás de ella, digna a la vez de ser amada y admirada. En suma, para
indicarte brevemente la norma, el espíritu del sabio debe ser tal corresponde a
un dios”.
Bibliografía:
Epístolas
morales a Lucilio. Séneca
Planeta
Agostini
Manuel Ures. Ldo. en
Filosofía.
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