¿De dónde viene y a dónde va el hombre? ¿Es la primera
vez que estamos aquí o ya hemos tenido con anterioridad otras existencias bajo
diferentes formas de expresión? Es evidente que estas dos preguntas forman
parte importante de las inquietudes fundamentales del ser humano que se cuestiona acerca del por qué de su presencia
en el mundo.
Diferentes formas de cultura y pensamiento han tratado,
con mejor o peor fortuna, de responder a las mismas; unas –las más
materialistas-, se han posicionado en el azar como origen de todo lo
manifestado; mientras otras han puesto el acento en la creación del ser humano
por parte de la Divinidad; el cual tendría –según los enfoques-, una o
múltiples oportunidades para desarrollar su labor en la Tierra.
En este artículo voy a centrarme en la más universal de
todas ellas, la Teoría de la Reencarnación.
Quiero aclarar antes de continuar avanzando, a mi amable
lector, que voy a referirme a la forma clásica de la misma. En ella no se
contempla la Reencarnación del ser humano en formas inferiores, ya sean éstas
animales o vegetales. Siempre se entendió que de la misma manera que al hombre,
en su peregrinaje evolutivo, no se le regalaba nada, por lo mismo, tampoco se
le podía quitar los niveles de conciencia alcanzados.
¿Cuáles serían entonces los argumentos que apoyarían la
Teoría de la Reencarnación?
Por razones de espacio, voy a centrarme en los tres más
importantes.
Argumento natural.
Todo en la Naturaleza es cíclico; después de la primavera,
viene el verano, más tarde el otoño, el invierno y nuevamente otra vez la
primavera. Vemos al agua evaporarse, condensarse en la atmosfera, para volver a
precipitarse en forma de lluvia, unirse al río hasta llegar al mar, donde
vuelve a evaporarse…; a la semilla caer en la tierra, surgir el árbol que
produce el fruto, en el cual la semilla vuelve a aparecer de nuevo,… El hombre
es un ser natural, que en buena lógica debe participar de esos mismos procesos.
Siendo así, ¿no participará también él de algún ciclo de la naturaleza?
Recordemos que cuando a Sócrates le preguntaron: ¿de dónde vienen los vivos?,
respondió que de los muertos; ¿y los muertos?... ¡de los vivos!
Argumento histórico
La mayoría de las grandes civilizaciones han creído en la
Reencarnación. Pongamos algunos ejemplos:
Los antiguos egipcios creían en ella. En el papiro Ani
está recogido el momento del juicio del alma después de la muerte. Allí se
aprecia que sólo las que están muy evolucionadas pueden alcanzar el Amenti (la
Tierra de Amón); las demás, aquellas que no son capaces de equilibrar en la
balanza la pluma de la justicia, son devoradas por un monstruo que las obliga a
retornar a la tierra a continuar su camino evolutivo.
Los antiguos persas decían que el alma era como una
pequeñita llama de fuego encerrada en una lámpara. Cuando la lámpara se rompía,
ésta quería elevarse para volver a unirse al fuego del que había salido, pero
por el camino tenía miedo de que los fuertes vientos la apagaran, por lo que
volvía a encerrarse en otra lámpara, para continuar creciendo, hasta llegar a
ser tan grande y tan fuerte, que nada pudiese apagarla…
Los aztecas también creían en la Reencarnación. En ese
contexto cultural, el alma es simbolizada por un pájaro colibrí que intenta
volar para llegar al Sol. Como no tiene fuerza suficiente, vuelve a bajar a la
tierra para continuar desarrollando sus fuerzas, hasta que por fin termina
lográndolo…
En la Antigua India creían también en ella. Encontrarás en
mi artículo Nosce te ipsum una
explicación detallada de su concepción del hombre; allí verás que su tríada
superior es la parte inmortal que atraviesa el tiempo. A él, por lo tanto, te remito.
Ya en occidente, encontramos en la República de Platón, el
mito de Er. Allí se relata como este personaje muere y las experiencias post
mortem que tiene, hasta que vuelve a nacer. Y se señala algo muy
importante: las almas antes de encarnar, beben las aguas del río Leteo, el río
del olvido…
Argumento científico
A mediados del siglo XX, en Estados Unidos, algunos
psiquiatras comenzaron a trabajar con la hipnosis en busca del origen de
algunos traumas para los cuales no encontraban causa, a través de las charlas
con sus pacientes. No encontrando, ni siquiera en las etapas infantiles el
origen del problema, algunos doctores probaron la posibilidad de ver si estaría
en la etapa prenatal… Entonces apareció el misterio. Muchos empezaron a
expresarse en lenguas que no conocían, afirmaban haber sido otras personas,
algunas tan cercanas en el tiempo, que pudieron ser comprobadas en los registros
de la ciudad correspondiente.
El hombre atraviesa el tiempo y la vida, como dijo el
sabio Pitágoras, es una escuela a la que venimos a aprender.
El Buda habló del Noble Óctuple Sendero como de la senda
que debíamos seguir, para finalizar nuestras encarnaciones.
Y en el Antiguo Egipto decían: ¡enoja a los dioses del
recuerdo para que no te permitan volver!
Manuel Ures, Ldo en Filosofía.
¡Gran artículo! Me ha gustado muchísimo. Conciso y muy esclarecedor.
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