martes, 12 de agosto de 2014

Algunas reflexiones sobre la juventud actual.


Sin pretender entrar en el debate de si para que aparezca una nueva generación se necesitan quince o treinta años, es evidente que cada una tiene sus peculiaridades que la hacen distinguible de las que la precedieron y de las que la van a continuar en el tiempo.


Si tuviera que dibujar un perfil de la juventud actual, aparecerían de inmediato características propias que la singularizan y la definen como tal. De tal manera y sin buscar una rigurosidad científica, aparecen espontáneamente ante mi mente, las siguientes:
  • Un uso continuo de la tecnología; especialmente significativo en las diferentes y múltiples aplicaciones del móvil; en paralelo a la utilización durante sus ratos de ocio de la play station de última generación, con sus abundantes conjuntos de juegos, capaces de generar en muchos de sus usuarios una adición sólo comparable a la de las drogas llamadas “duras”.
  • Una necesidad creciente de buscarse entre sí, conformando una gran masa grupal; hoy expresada sobre todo a través del fenómeno conocido como “botellón”, pero con potencial para expresarse de otras maneras; como pudo verse durante el fenómeno social conocido como “15 M”. Personalmente no dejo de reflexionar a menudo, si no será ésta una consecuencia natural del punto anterior; es decir, un fenómeno de polarización que lleva al individuo de un extremo existencial a otro, del máximo aislamiento propiciado por el uso exagerado de los elementos tecnológicos antes citados, al extremo contrario de buscar el encuentro con otros seres humanos, conformando auténticas masas, capaces de moverse como si de una entidad individual se tratase.
  • La pertenencia de muchos jóvenes a tribus urbanas, a través de las cuales logran darle sentido e identidad a sus vidas. La identificación va desde expresarse con atuendos singulares, hasta la superación de pruebas para ganarse la pertenencia al mismo; reviviendo tal vez sin saberlo, los rituales de iniciación para el paso a la edad adulta, de muchas de las civilizaciones antiguas. Aunque poseen características singulares, no están muy lejos de este grupo, aquellos que  canalizan sus instintos en el fanatismo de la pertenencia a un club de fútbol, al que toman como bandera y referente “ideológico”; viviendo en algunos casos con una intensidad y “devoción” más cercana a lo místico que a la simple expansión que nos lleva a disfrutar de un buen espectáculo deportivo.
  • Un gusto creciente, en los más jóvenes, por todo lo mágico y esotérico. Es ésta una generación que todavía atraviesa la adolescencia; que se siente más atraída por Harry Potter o El Señor de los Anillos, por poner sólo dos ejemplos de máxima actualidad, que por las expresiones culturales y artísticas mucho más “racionales”, que pudieran ser del gusto de la generación del que esto escribe (ya estoy en lo que yo llamo “mi juventud madura”).
  • Una necesidad de vivir, en los más temerarios, aventuras de máximo riesgo; poniendo su vida al límite, tal vez para encontrarle un sentido a la misma.
Es evidente que lo anterior es tan sólo una aproximación a este fenómeno social. Fenómeno que si tuviera que caracterizarlo en una sola palabra, sería desconcierto. Es evidente que no les hemos sabido explicar qué es la Vida, y como consecuencia de ello, cuál nuestro papel en la misma.

Se hace pues necesario, hoy más que nunca, poner un poco de filosofía en sus vidas. Una filosofía que sea a la vez teórica y práctica. Una filosofía que les explique qué es el hombre y cuál es su papel y su destino en la vida.

Nos va mucho en ello. ¡No perdamos una generación con tantas posibilidades!


Manuel Ures.
Ldo. en Filosofía.

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